Noche de los Lápices

noche de los lápices
A 46 años de los fatídicos actos de represión cometidos por la última dictadura cívico-militar argentina.

Cada 16 de Septiembre se rememora uno de los tantos episodios ocurridos en el marco del período más trágico y convulsionado de la historia de nuestro país. En 1975, los estudiantes secundarios habían luchado (y triunfado) por conseguir el boleto estudiantil. Dicha lucha buscaba ampliar las herramientas que garanticen una educación más inclusiva y de excelencia, facilitando el acceso a distintos establecimientos educativos. Sin embargo, al año siguiente, el Golpe que en marzo había instaurado el Terrorismo de Estado en Argentina (1976-1983) suspendió en agosto esta medida. Las y los estudiantes decidieron defender nuevamente sus conquistas.

El aparato militar secuestró a 10 de los líderes estudiantiles, entre las jornadas del 16 al 24 de septiembre. La mayoría de estos jóvenes tenían abierta actividad política, militando en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Este accionar formaba parte de un plan elaborado por las fuerzas armadas y sectores afines para mantener el orden por medio del terror. Ese miedo buscaba que la gente se aleje de la política y que acate cada medida económica sin resistencia alguna.

De los diez secuestrados, ninguno mayor a 18 años, María Claudia Falcone, María Clara Ciochini, Horacio Ungaro, Claudio de Acha, Daniel Racero y Francisco Muntaner continúan desaparecidos. Emilce Moler, Pablo Díaz, Gustavo Calotti y Patricia Miranda (los sobrevivientes) quedaron a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, como la dictadura catalogaba a los presos políticos sin proceso. En una entrevista Pablo Díaz menciona que:

¿Cuál fue la razón por la cual nos detuvieron? La respuesta es muy simple: sensibilidad social, amor y pelea. Eso es lo que querían borrar. En el fichaje nos definían como peligrosos mínimos, pero potenciales subversivos.

A 46 años de esta tragedia, no podemos evitar preguntarnos cuáles serían las esperanzas, las travesuras, las sonrisas que nunca pudieron brindarnos. A casi 5 décadas, escuchan nuestra voz que los recuerda; y, a su vez, oímos susurros de sus voces cada vez más fuerte, diciendo que no están muertos y que sus lápices siguen escribiendo. No sólo escriben, también siembran simientes, simientes hermosísimas que germinarán.

Nunca más.

Por Marcelo Sotelino, profesor de historia y nodocente FCEFyN.