Por Marcelo Sotelino
Desde entonces, las víctimas fatales mueren todos los días. La impunidad en el caso implica que esas personas son asesinadas una y otra vez por el paso del tiempo sin justicia. La repetición sistemática de la impunidad también aplica para los sobrevivientes.
El 18 de julio de 1994 parecía un día común. La semana apenas comenzaba y la gente estaba llena de energía para comenzar su trabajo. Las calles de Buenos Aires estaban llenas de personas ocupadas con trámites y responsabilidades laborales. En medio de esa multitud, en el número 633 de la calle Pasteur, se encontraba la Asociación Mutual Israelita Argentina, conocida como AMIA, fundada en 1984 con el propósito de promover el bienestar y desarrollo de la comunidad judía en Argentina, asegurando su continuidad, preservando los valores de su pueblo y fortaleciendo el sentido de comunidad. Todo parecía normal, pero a las 9:53 am, todo cambió y se volvió triste y desgarrador. En toda la ciudad se escuchaban llamadas desesperadas anunciando: "Volaron la AMIA".
La tragedia de esta masacre es aún más dolorosa debido a la falta de claridad sobre los motivos e implicados, ya que el caso aún no ha sido resuelto. Sin embargo, el ataque a la embajada de Israel en Argentina en 1992 nos hace pensar que este hecho no es un incidente aislado. Murieron 85 personas y otras 300 resultaron heridas, pero no ha habido avances significativos que permitan vislumbrar un futuro en el que se haga justicia con los culpables.
Desde entonces, tanto la AMIA como los familiares de las víctimas han tenido que reconstruir sus vidas y su historia. Cada una de las familias que de alguna manera se vieron afectadas por este atentado nos enseña que lo sucedido en aquellos días no solo fue una herida que aún no ha sanado en la comunidad judía, sino que es una marca a la democracia argentina, y una deuda con cada integrante de esta república. Este acto de terror también afectó a toda la sociedad civil, dejando un dolor profundo que se entrelaza con la tristeza y los lamentos en busca de memoria, verdad y justicia. Por eso, dedicamos este día a recordar a las víctimas y a luchar para que los responsables, tanto materiales como intelectuales, sean llevados ante la justicia y cumplan condena efectiva. Solo de esta manera podremos dar el primer paso para cerrar la herida causada salvajemente en nuestro país. Somos lo que recordamos.