La jornada del 15 de junio de 1918 marcó un punto de inflexión en la historia de la educación superior de nuestro país cuando un grupo de estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba, conformado por delegados de las facultades de Ciencias Médicas, Ingeniería (actual FCEFyN), y Derecho, alzó su voz en contra de una estructura universitaria elitista, cerrada y autoritaria, dando lugar a la Reforma Universitaria.
Hasta ese entonces, estos espacios de educación superior habían sido reservados exclusivamente para las elites y funcionaban como extensión de las estructuras conservadoras existentes. Nuestra Universidad era un claro ejemplo de esta realidad: su cuerpo estudiantil estaba integrado por 1.500 hombres, excluyendo a mujeres; las cátedras estaban caracterizadas por tener lineamientos eclesiásticos y distantes de la ciencia; y los profesores accedían a sus cargos por herencia y no por concurso, como sucede actualmente.
Frente a esta situación, los estudiantes dan inicio a su lucha para democratizar la universidad, garantizar una educación basada en el conocimiento científico y la libertad de pensamiento. Estas demandas podemos verlas reflejadas en el Manifiesto Liminar, que fue redactado por Deodoro Roca, titulado "La Juventud argentina de Córdoba a los Hombres Libres de Sudamérica" y publicado por la Federación Universitaria de Córdoba (FUC), que afirma:
“La juventud ya no pide. Exige que se le reconozca el derecho a exteriorizar ese pensamiento propio en los cuerpos universitarios por medio de sus representantes. Está cansada de soportar a los tiranos. Si ha sido capaz de realizar una revolución en las conciencias, no puede desconocérsele la capacidad de intervenir en el gobierno de su propia casa”
El movimiento no solo provocó un cambio en Córdoba, sino que se proyectó a otras universidades argentinas y del continente, convirtiéndose en símbolo de modernización, democratización y acceso al conocimiento.
Actualmente, los principios reformistas continúan vigentes, impulsando desafíos claves en la educación superior. Hoy, la Universidad se enfrenta a la responsabilidad de profundizar la inclusión social, innovar en metodologías educativas, asegurar la sostenibilidad ambiental, promover la equidad de género y generar un impacto social significativo.
En este contexto, no podemos dejar de señalar que las universidades públicas de nuestro país atraviesan una etapa compleja, marcada por un fuerte desfinanciamiento y por políticas que atentan contra su desarrollo. Esta situación pone en riesgo no solo las condiciones materiales para enseñar, investigar y estudiar, sino también los valores que sostienen a la universidad pública: la inclusión, la excelencia y el compromiso social. Frente a este escenario, la Reforma Universitaria vuelve a interpelarnos, recordándonos que la defensa activa de la educación superior como derecho es parte de una lucha que no pertenece al pasado, sino que se renueva cada día.
Desde la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, reafirmamos nuestro compromiso con estos ideales reformistas, proyectando una universidad del futuro, conectada profundamente con las demandas sociales y los desafíos del siglo XXI. La continuidad del legado reformista implica un liderazgo renovado, un diálogo permanente con la comunidad y una fuerte apuesta a la innovación y la equidad.