54° Aniversario del Cordobazo

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La huelga general que desafió a la dictadura militar de Onganía

Por Marcelo Sotelino

La historia del siglo XIX de nuestro país se caracteriza por haber vivenciado una gran cantidad de interrupciones institucionales que lograron desarticular ciertas dinámicas sociales. Sin embargo, ninguna de estas interrupciones se comparan con las vividas en las dictaduras de 1966 a 1973 y la de 1976 a 1983. En estas últimas, la represión fue escalando; por el contrario, las garantías constitucionales se fueron desvaneciendo. El golpe de 1966 comenzó atacando al movimiento estudiantil e interviniendo las principales universidades del país. Posteriormente, su plan económico y social avanzó sobre la industria nacional y, más concretamente, con las conquistas obreras.

En este día es importante recordar a Santiago Pampillón, quien era militante y estudiante de nuestra Casa, cursaba el segundo año de ingeniería aeronáutica y a la vez trabajaba como obrero mecánico en la empresa Renault. Durante estos años de lucha, en 1966, mientras participaba de la asamblea universitaria convocada por la Federación Universitaria de Córdoba para evaluar las medidas de fuerza que los estudiantes llevaban adelante como parte del plan de lucha contra la dictadura militar de Juan Carlos Onganía, fue asesinado. Fue así, que Santiago, se convirtió en el símbolo de la resistencia por su doble condición de obrero y estudiante, tiempo después hubo agrupaciones sociales que llevaron su nombre, como el Frente Santiago Pampillón.

En mayo de 1969, el hartazgo social al autoritarismo de la dictadura se manifestó en un pedido de huelga por parte de las y los trabajadores. Las distintas agrupaciones gremiales nacionales decidieron una huelga general para el 30 de mayo. En Córdoba lo adelantaron un día y dirigentes gremiales redoblaron la apuesta convocando a un paro activo de 36 horas que se iniciaría a las 10 del jueves 29, recordado como el Cordobazo. A ellos y ellas se le sumarían a manifestar los grupos estudiantiles.

Esa mañana, la capital cordobesa amaneció sitiada por la policía, que se apostó sobre los puentes ubicados sobre el río Suquía con la intención de evitar que la movilización llegará al corazón administrativo y político de la provincia. El reclamo obrero-estudiantil se convirtió en una insurrección popular producto de la represión que derivó en la muerte de un manifestante. Luego de este suceso, quienes manifestaban decidieron tener acciones menos pacíficas y, apoyados por vecinos y vecinas (quienes a su vez participaron en la formación de barricadas), se entablaron fuertes enfrentamientos con la policía, quien al verse doblegada, tuvo que solicitar la intervención federal.

Las valoraciones sobre el suceso, pueden resumirse en “La acción directa mostró ser exitosa: renunció Caballero y se reabrieron las negociaciones colectivas. Se inauguró un ciclo de protestas en ascenso y comenzó a resquebrajarse la imagen de unidad y orden que mostraba el régimen. También tuvo lugar una crisis de las autoridades en diversos ámbitos, como por ejemplo en las conducciones sindicales.”

A 54 años de la expresión de lucha que encontró a obreros y estudiantes en las calles, tenemos la obligación de sostener estos hechos en la memoria colectiva, para que nunca más se atente contra nuestra condición de pueblo libre y democrático.