Reforma Universitaria: Sembrando los cimientos del cambio democrático

Estatua representativa de la reforma del 18 - Universidad Nacional de Córdoba
Un vistazo a la gesta estudiantil de la Reforma de 1918 en Córdoba, Argentina, y su impacto duradero en la democratización de las institulaciones académicas y la sociedad en general. ¿Cuál fue la participación de la FCEFyN? Leé la nota

Por Marcelo Sotelino

En 1918, entre mayo y octubre, el movimiento estudiantil decidió levantarse contra las estructuras conservadoras que no acompañaban a los climas de su época y del espíritu propio de la Universidad: En la Universidad de Córdoba la influencia clerical era notable y los egresados, independientemente de su credo, debían jurar al recibirse, obligatoriamente, sobre los santos evangelios. En ese marco, la comunidad estudiantil de la Universidad Nacional de Córdoba decidió unirse al grito de: “La juventud ya no pide. Exige que se le reconozca el derecho a exteriorizar ese pensamiento propio en los cuerpos universitarios por medio de sus representantes. Está cansada de soportar a los tiranos. Si ha sido capaz de realizar una revolución en las conciencias, no puede desconocérsele la capacidad de intervenir en el gobierno de su propia casa”.

Si bien el movimiento conocido como Reforma Universitaria, de 1918, registra antecedentes en otras universidades del país y de Latinoamérica, fue en Córdoba, Argentina, en donde alcanzó particular intensidad, por lo que esta gesta nos identifica como Universidad, dentro y fuera de nuestras fronteras.

El accionar de los estudiantes cordobeses obtuvo la adhesión de sus pares porteños, de distintas organizaciones obreras y de políticos e intelectuales destacados como Homero Manzi, Alfredo Palacios, Francisco Borroetaveña, Juan Zubiaur, José Ingenieros, Juan B. Justo, Alfredo Palacios, Juan Luis Ferrarotti, Mario Bravo, Telémaco Susini, Enrique Dickmann, Nicolás Repetto, Augusto Bunge, Antonio de Tomaso, Juan P. Tamborín e Leopoldo Lugones. Incluso el presidente de turno, Hipólito Yrigoyen tuvo que intervenir en el conflicto.

Las ideas reformistas ya habían anidado en los jóvenes espíritus de los estudiantes de varias Casas de Altos Estudios de la región, siendo esa la razón por la que a posteriori de los eventos de 1918, los principios reformistas fueron instalándose en las universidades de la región. A pesar de todo, y luego de una cuestionada elección, el 17 de junio, asume el Rector Antonio Nores, el cual es desconocido por el estudiantado.

Los estudiantes Enrique Barros, de la Facultad de Medicina, e Ismael Bordabehre, de la FCEFyN, ingresaron a la oficina del Rector y le exigieron la renuncia, hasta que ante la inminencia de la presencia policial, escapan por una ventana.

La pugna finalizó con una primera democratización del gobierno de las universidades, y abrió la posibilidad a los sectores medios de acceder a un título universitario. Esto tuvo como partícipes a innumerables estudiantes de nuestra facultad, entre quienes se destacan Antonio Medina Allende y a Natalio Saibene, directores de la revista del Centro de Estudiantes de Ingeniería y firmantes del Manifiesto Liminar.

Para nuestra Casa de Altos Estudios, la Reforma Universitaria resulta más trascendental y gratificante ya que, era una de las Unidades Académicas que existían en aquel entonces: Facultad de Derecho; Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y la de Ciencias Médicas. Así, pertenecer a ese legado dejado por los protagonistas de 1918 nos brinda cierta responsabilidad. Nos atribuye el compromiso de sostener la vigencia de la Reforma Universitaria, representando con alegría a los y las integrantes de nuestra Comunidad y con la Sociedad a la que pertenecemos. Por último, nos da la responsabilidad de seguir apostando por formar nuevos escenarios educativos que sirvan como motor para la construcción de horizontes que tengan a la universidad como protagonista de un mundo más justo, igualitario e inclusivo.

Ahora bien, si bien es cierto que estos sucesos, no lograron en lo inmediato los cambios pretendidos, podemos afirmar que sembraron los antecedentes para que poco a poco se llegue a la organización y espíritu de la Universidad actual, caracterizada por el cogobierno compartido entre los diferentes claustros, la autonomía universitaria, los concursos docentes y el reconocimiento de la Extensión y la Investigación como parte de la misión universitaria, entre otros logros que consolidan nuestro funcionamiento como Institución democrática (y que fueron exigencia de los reformistas del 18). De ello se desprende que la mayor enseñanza de esta rebelión estudiantil fue que nos permitió (y permite) redefinir continuamente los postulados de la latente democracia y de todos los derechos humanos tanto en la universidad cómo para la sociedad en su conjunto.