Autor: Marcelo Lo Mónaco
Se sabe que las cualidades del sonido son cuatro: duración, altura, intensidad y timbre.
Sonidos largos, sonidos perdurables, sonidos constantes, sonidos confiables… sonidos que transcurren como el devenir del río. Sonidos que permanecen, sonidos que arrullan y acompañan.
Sonidos débiles, sonidos suaves, sonidos sigilosos… sonidos que se escurren entre mis sabanas y se vuelven círculos que recorren mi piel.
Sonidos fuertes, potentes, que avasallan, que explotan, que resuenan en todo lo que vibra, sonidos que transitan…
Sonidos divergentes, sonidos que saltan, que varían, sonidos cálidos que anidan en mi oreja, sonidos que trepan y se convierten en trinos o que de pronto descienden y se transforman en el bajo continuo de mis carcajadas…
Afuera la tormenta ruge, los postigos se entrechocan, las ramas de los arboles crujen, las olas del mar rompen contra las rocas y a mí el único sonido que me importa, sos vos.
Cuando te escucho, ton, ton
Cuando te miro, ton, ton
Cuando te sigo, ton, ton
Cuando te quiero, ton, ton
Cuando te expreso, ton, ton
Cuando te siento, ton, ton
Cuando te marchas, ton, ton
Cuando te quedas, ton, ton
Cuando te escurres, ton, ton
Cuando te busco, ton, ton
Cuando te extraño, ton, ton
Cuando te anhelo, ton, ton
Cuando te pienso, ton, ton
Cuando te evoco, ton, ton
Cuando te lloro, ton, ton
Cuando te sufro, ton… ton
Ton… ton…
Tontón.
Tengo un corazón sonoro, que siempre suena y canta…
Un corazón que suena cuando canto con los chicos, jugando a ser espantapájaros, o Brujito de Gulubú, o a ser panadero, amasando pan en la chacra de mi abuelo chacarero.
Un corazón que canta durante los almuerzos familiares, que canta, cuando con mis amigos tomamos mates, charlamos rico, reímos pleno o completamos ese rompecabezas de mil piezas que tanto nos cautiva.
Un corazón que suena cuando canto con mi coro, cuando sentimos que la música nos invade, nos zamarrea y traspasa, para volver a salir de nuestros cuerpos y ser una. Pasional
Un corazón que suena en la intimidad de la misa del domingo, cuando canta los sonidos de la comunión, con el otro y con el continente.
Un corazón que canta cuando explora la quietud de la montaña y el sendero que la surca. O cuando explora el silencio de la noche apacible, que me arropa en el feliz convencimiento de que estoy viviendo pleno.
Un corazón que canta cuando vive y que vive cuando canta.
Y que vive, y que canta, canta y canta…
Siempre me llamó la atención un cantar popular que mi abuela recitaba,
Santos Vega el payador,
aquel de la larga fama,
murió cantando su amor
como pájaro en la rama.
Y Ahora, recién ahora, sé porque.
Shhhhhhhh, silencio.