Autor: Eleuterio de la Sorna
La mirada
habita reflexiva en el silencio
de las partículas. Tal vez
años atrás, moraba en sus otros ojos
(palpitantes),
autocomplacida por su propio reflejo.
En las páginas que se dejaron
de leer, se fugaron las palabras y
solo queda el áspero polvo. Que vive,
hasta en la impaciencia de la sombra,
que contando los chasquidos incesantes
del reloj, se aleja
de la estrepitosa luz.
El cielo raso desgarrado
por la gravedad, suspendido
como teclas de un piano que nadie dejó de tocar.
Las melodías:
Indescifrables partituras se desprenden;
caen hacia la infinita pesadilla onomatopéyica
de los segundos.
Uno
Detrás
de otro.
¡No examinar debajo de la cama!
Las retinas no están listas para penetrar
el misterio que reside en el más insondable de los olvidos.
¡Gritar con los parpados cerrados debajo de esa fosa!
Pero gritar solo
miedos arraigados, en la noche más austera.
Y si el eco devuelve tenebrosas musitaciones,
en la huida podrás sentir cómo las astillas
dibujan delicadas líneas rojas
en tu exaltada piel.
No voltees,
solo avanza
en el polvo, hacia el polvo.