La luz entra por la ventana
y en las retinas se clava.
El sonido también y, ya no en la retina,
sino en el tímpano, deja, efímera, su marca,
y contundente.
La inexistencia y la presencia,
análogamente.
Entra también el aroma
y encuentra
a sus hermanos aromas
grabados en la memoria.
Todo entra
por la ventana
y configura el
todo que llega,
desde afuera,
a mi ventana,
la de mi alma.
A veces saltar quisiera
por mi ventana,
a recorrer la tierra, y
de quedarme sin mí
la idea me aterra.
Digo "sin mí",
si es que hay un mí
que me describa en forma cierta,
sin ver que hay varios mís
que me describen de cierta manera,
cada cuál a la suya, a la mía, digamos,
que no es única, y,
seguramente,
no es mía
únicamente.
Y no digo "nuestra" de mis muchos yos,
sino digo "nuestra", compartida,
con los otros muchos, que como yo
son y no, que creen ser y quieren, también,
y no saben ya bien que ser son o sueñan ser
y en esa indefinición navegan la vida,
como yo y como vos,
como el yo de ayer, capeador del tifón,
o el nostálgico yo de hoy,
que soy,
como vos decís,
un poco indeciso de mí.
¡¿Qué sé yo?!
Mauro S. Maza