Autora: Gretel Kramer
Tac, tac, tac. Hace ya quince minutos que Dolores mira alrededor intentando descifrar de qué se trata. Son las 10:25 de la mañana de un día de abril en el hemisferio Sur, la estación se corresponde al otoño, al viento. El retumbar constante de taladros allá afuera no es el de siempre, gana el silencio por estos días. Dolores escucha tac, tac, tac desde su escritorio y recuerda que al levantarse, después de preparar el mate y abrir las ventanas, puso todas las trabitas. Es imposible que sea la puerta del patio ¡está cerrada! piensa y continúa su labor. Tac, tac, tac. Tac, tac, tac. Dolores se concentra en su trabajo y respira hondo. Tac, tac, tac. Tac. Tac. Tac. Dolores siente el ruido detrás de sus ojos. Apoya con firmeza los dedos en el teclado de su computadora y se empeña en desatenderlo. No puede ser la ventana de la habitación, la trabé esta mañana, se convence y continúa. Mientras redacta su importantísimo trabajo para enviarlo a tiempo… Tac, tac tac. Tac, tac, tac. Dolores vuelve a mirar nerviosa a su alrededor y se dice a sí misma que no es verdad el ruido, que tal ruido no existe. Tac, tac, tac. Tac, tac, tac. Dolores cruza sus piernas debajo de la silla, se aleja del escritorio empujando para atrás y deja de escribir por un instante poniendo los brazos sobre sus rodillas. Espera la repetición del ruido para intentar descubrirlo y el ruido se silencia. Ya pasó, sabía que no era verdad, se dice a sí misma. Toma un mate, se relaja y continúa su trabajo. Tac, tac, tac.