Por Ing. Santiago Reyna
El cambio climático ya es una evidencia palpable, manifestado en anomalías de inundaciones y sequías más devastadoras, incendios forestales más frecuentes, acidificación y aumento del nivel de los océanos, etc., con consecuencias sociales y económicas severas que generan una creciente preocupación mundial y nacional. La temperatura media de la superficie terrestre ha aumentado por lo menos 1,1ºC y las masas oceánicas al menos 0,9ºC desde el período preindustrial, con una variación importante en su distribución, tanto espacial como temporal. Las emisiones mundiales de Gases de Efecto Invernadero han seguido aumentando derivadas del uso insostenible de la energía, el uso y el cambio de uso de la tierra, los estilos de vida no sustentables y las pautas de consumo y producción no amigables con el ambiente en las distintas regiones. (IPCC, 2023). De ello dan cuenta las distintas conferencias mundiales a las que la Argentina ha adherido: Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio climático de 1992, el Protocolo de Kyoto de 1997, Acuerdo de París de 2015. Por ello, desde el programa PNUD (Programa De Las Naciones Unidas Para El Desarrollo) de la ONU se pusieron en marcha los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), un llamado universal a la adopción de medidas para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar la paz y prosperidad, alentando un espíritu de colaboración y pragmatismo entre los diversos actores sociales: estado, empresas, consumidores, sociedad civil, para elegir las mejores soluciones con el fin de mejorar la calidad de vida de las generaciones futuras.
Una de las soluciones inmediatas está en generar energías limpias con menores emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI). Para ello es necesario que los desarrollos tecnológicos avancen, dando alternativas de generación que permitan no solo reducir las emisiones sino además desarrollar trabajos, empresas, profesionales, investigadores, que puedan insertarse en el nuevo mercado. Hay formas diferentes de afrontar este desafío en la mitigación y adaptación. Y, además, cuidar nuestros bosques, por su valor intrínseco y porque su destrucción es también una gran generadora de GEI. Hay solución, pero necesita del conocimiento, la tecnología y, finalmente, el esfuerzo de todos.
En la Universidad, los investigadores del ambiente y la tecnología ambiental (además del derecho y la economía, entre otros) trabajan en forma conjunta para que desde sus puntos de vista aporten a soluciones interdisciplinarias para el abordaje integral que permitan plantear nuevas opciones donde se obtengan soluciones globales y locales al problema del cambio climático.
Nuestra Facultad, a través de sus Carreras de Grado (Ingeniería Ambiental, Ingeniería Civil, Biología y Geología) y Posgrado (Maestría en Generación de Energías Renovables, Maestría en Ciencias de la Ingeniería tanto Mención Ambiente como Mención Recursos Hídricos y los Doctorados en Ingeniería, Biología y Geología) busca formar profesionales que sean capaces de intervenir en las distintas instancias sociales, gubernamentales y no gubernamentales, e interactuar en un contexto multidisciplinario para solucionar los nuevos desafíos climáticos a través de las fuentes renovables de energía y su uso sustentable, con nuevos enfoques técnicos, manejo adecuado y aplicación de herramientas para la resolución de problemas ligados al desarrollo de esta área.
Los egresados en las Maestrías de Generación de Energías Renovables y en Ciencias de la Ingeniería, Mención Ambiente tienen las calificaciones y competencias para analizar los aspectos económicos relacionadas con el ambiente, el sistema energético y con las energías renovables en particular, manejar aspectos legales y normativos vinculados con el sector, poder realizar con solvencia la gestión ambiental de los proyectos de energías renovables y conocer los distintos modos de generación de energías renovables, para su aplicación, en el uso racional de la energía, con especial conciencia en el cuidado del medio ambiente y los aspectos de gestión, desde la óptica de la sustentabilidad.
Son profesionales que pueden investigar y obtener información original proporcionando conocimientos en el campo de interfase de la administración ambiental, la ingeniería y las ciencias del ambiente, preparados para abordar los diagnósticos de los problemas ambientales y que además aporten soluciones reales efectivas, aprovechando las técnicas que aportan la ingeniería y las ciencias del ambiente.
La vulnerabilidad humana y la de los ecosistemas son interdependientes. Las regiones y las personas con considerables limitaciones de desarrollo son muy vulnerables a los riesgos climáticos. El aumento de los fenómenos climáticos extremos (que ya corresponde considerar como anomalías) ha expuesto a millones de personas a una grave inseguridad alimentaria, a una menor seguridad hídrica, a enfermedades de otras latitudes, a sequías, etc. y, finalmente a migraciones por imposibilidad de adaptación. La aparición de enfermedades transmitidas por los alimentos y el agua relacionadas con el clima y la incidencia de enfermedades transmitidas por vectores han aumentado, observándose los impactos adversos en los pequeños productores de alimentos, los hogares con bajos ingresos y comunidades a nivel mundial. Entre 2010 y 2020, la mortalidad humana por inundaciones, sequías y tormentas fue 15 veces mayor en las regiones altamente vulnerables, en comparación con los años anteriores. Por lo tanto, el estudio y sostenimiento de nuestro clima es garantía para el funcionamiento correcto del sistema que forman los seres vivos junto con el medio en el que viven, incluido el hombre y como respuesta al cambio climático.